UN
TOUR DE RECUERDO UN TOUR PARA NO OLVIDAR
Estoy seguro que
tanta sangre derramada y tanto dolor causado a los familiares de tantas
víctimas, no serán en vano
A quienes caen en
la lucha – con tal que sea con sincero amor al pueblo y en busca de una verdadera
liberación- debemos considerarlos siempre presentes entre nosotros
Monseñor
Romero; Homilía 27 enero 1980
El pasado día lunes 12 de julio
en el marco del diplomado Educación para la Paz tuve la oportunidad de
acompañar a los participantes en una de sus actividades para entender la
importancia de la memoria histórica en la educación para la paz en un tour por la UCA y por San Salvador.
La primera visita fue en el
Centro Monseñor Romero. La Licenciada Aguilar expuso brevemente como fue la
masacre de los jesuitas, el 16 de noviembre de 1989, y, asimismo, el posterior proceso judicial.
Seguidamente, pasamos dentro del museo para acercarnos a la historia de
Monseñor Romero, sin olvidar la muerte de Rufilio Grande y de tantos otros que
murieron sin utilizar la violencia y luchando por la paz. La segunda parte del
museo está dedicada a Joaquín López y López, Segundo Montes, Ignacio Ellacuría,
Ignacio Martín-Baró, Amando López y Juan Ramón Moreno, es decir, a los mártires
de la UCA sin olvidar tampoco a Elba y Celina Ramos y las cinco monjas
estadounidenses todas ellas asesinadas.
A pesar de ser la segunda vez que
estaba en el museo no me dejó indiferente. De hecho no dejó indiferente a
ninguno de los participantes, así lo pude deducir por sus rostros. Es
impactante ver los vestidos de los mártires Jesuitas manchados de sangre o ver los
objetos personales de Monseñor Romero. Uno quizás se podría plantear el por qué
o a cuál es el motivo para tenerlos ahí… la respuesta la obtuve pocas horas más
tarde a la cripta de Monseñor Romero. La razón es para no olvidar a aquellos
que lucharon con palabras para lograr la paz, para mantenerlos presentes entre
nosotros pero también para saber lo que ocurrió para que no se vuelva a
repetir. Frecuentemente nuestras sociedades tienden a olvidar el pasado y a
repetir los mismos errores.
Después del museo fuimos al
jardín de las rosas. El silencio se apoderó del grupo y solo se interrumpió
cuando el guía empezó su explicación. Un silencio que para mí, pero me imagino
que también para los otros, era un signo de respeto, de impotencia, de
injustica e incluso de dolor, pues ahí fueron brutalmente asesinados cinco de
los seis jesuitas, al sexto lo mataron en su habitación. Ante este tipo de
masacres, como tantas otras que se produjeron durante el conflicto armado,
sobran las palabras… los hechos son suficientemente descriptivos y
crueles.
Seguimos el recorrido hacía la
Capilla de la UCA. Antes de llegar, entramos a la habitación (en la actualidad
capillita) donde asesinaron a Elba y Celina Ramos. Tengo que admitir que entrar
en un espacio tan pequeño a sabiendas de lo que había ocurrido años atrás daba
respeto. Quizá ésta fue la razón por la que un parte del grupo se quedó fuera.
Finalmente llegamos a la capilla
de la UCA. La tumba de los 6 mártires (también hay dos padres jesuitas más
enterrados) junto con el poema que les dedicó Luis de Sebastián me provocó una
contradicción de sentimientos, difícil de expresar en palabras… me atrevería
afirmar que también fue así con el resto
del grupo. Un poema bien lindo; comparto las palabras que el Jesuita Pep Mària dedicó
a de Sebastián cuando murió y en ellas decía
en 1989 escribió un bellísimo
poema dedicado a sus amigos jesuitas asesinados en la UCA. En él Jesús de
Nazaret da la bienvenida al cielo a estos hombres, cansados en su lucha por la
justicia.
Antes de ir a almorzar nos fuimos
a la sala de audiovisuales. Allí nos pasaron un breve documental sobre la masacre
del Mozote y al terminar, la Licenciada
Cuéllar nos hizo una breve explicación sobre los hechos que ocurrieron del 11
al 13 de diciembre del 1981 (masacre del Mozote, departamento de Morazán).
Todas las masacres son repudiables, pero esta de forma especial. En estas
fechas murieron más de 1.000 personas, entre las cuáles muchos eran niños. Digo
que ésta de forma especial pues la estrategia utilizada fue la de la tierra arrasada, es decir, para evitar que la guerrilla
recibiera soporte por parte de la sociedad civil o que incluso algunos niños o
no tan niños se metieran en ella, iba el ejército antes y los mataba a todos.
Cuando digo a todos es todos: niños, niñas, mujeres y hombres con independencia
de su edad. El Mozote quedó completamente desierto. Mataron a toda la población
y las viviendas las quemaron o fueron derruidas. La única superviviente fue
Rufina Amaya que pudo esconderse en medio de unos árboles y por suerte no la
agarraron. Aunque se salvó, vio como decapitaban a su esposo y como morían sus
hijos y otros vecinos.
Cabe traer a colación que la
técnica de la tierra arrasada fue la que utilizaron el ejército
norteamericano en la Guerra del Vietnam. Tiene sentido pues el ejército salvadoreño
fue instruido por el de Estados Unidos. Y a mayor abundamiento, durante el
gobierno de Reagan se llegó a dar 1 millón de dólares diarios al ejército de El
Salvador. Una vez más sobran las palabras…
Por la tarde la visita empezó en
el Hospitalito. Ahí, en la capilla, fue asesinado Monseñor Romero por un
francotirador justo cuando terminó la homilía; era el 24 de marzo de 1980. Nunca
antes había tenido la oportunidad de entrar a la capilla y me impactó ver en el
alta EN ESTE ALTAR MONS. OSCAR A. ROMERO
OFRENDÓ SU VIDA A DIOS POR SU PUEBLO. Sin embargo es totalmente justo y
merecido pues no solo se dedicó a predicar sino que al mismo tiempo, en sus
homilías aprovechaba para denunciar, sin
temor a represalias, las vulneraciones de los derechos humanos que se producían
en el sí de la sociedad salvadoreña.
Actitud valiente y admirable. Sin
lugar a dudas hubiere sido mucho más fácil callar y no pronunciarse porque sabía
que su vida estaba en peligro. Sin embargo, no quería callar y se veía con la
obligación de denunciar las injusticias. Como tantas veces pasa, a algunos no
les gusta ni la realidad ni las verdades. Curiosamente el autor intelectual de
la muerte de Monseñor Romero tiene un redondel en San Salvador; parece que en
todos los países hay cosas difíciles de explicar y para avergonzarse.
Al lado del Hospitalito también
tuvimos la oportunidad de visitar el dormitorio donde residía y alguna de sus
pertenencias como el carro o sus lentes.
Para terminar el día nos
dirigimos a la Cripta de Monseñor Romero. Era momento de conmemoración y de
recuerdo a todas las víctimas del conflicto armado. A cada uno se nos dio una
vela y un clavel. Seguidamente se leyeron unos escritos y quienes quisieran
podían recordar el nombre de alguna persona que murió por el conflicto. Fue
realmente emotivo. La unión de un grupo de distintas nacionalidades pero con un
mismo objetivo: recordar aquellos que en su día fallecieron, para que sigan
presentes entre nosotros, y para no volver a cometer el mismo error en el
futuro. Fue un momento no solo de recuerdo de las víctimas que murieron en el
conflicto armado de El Salvador, sino también de otros países.
Emoción, recuerdo, justicia,
verdad, no olvido, lucha… son un conjunto de palabras que podrían describir el
acto en la Cripta. Tuve la sensación que aunque ya hayan pasado algunos años
las heridas siguen abiertas. Las víctimas y sus familiares siguen sufriendo y
es necesario luchar por ellas, para que se sepa la verdad (derecho a la verdad),
no solo el perdón de palabra sirve, se necesitan actos. Es justo y necesario
para todas las víctimas y sus familiares. El silencio y pasar página no es la
solución. Es cierto que el pacto era necesario, pero no todo se puede quedar en
el pacto. Aquellos que cometieron crímenes de lesa humanidad tienen que depurar
sus responsabilidades ante la justicia. No sirve una expresión común que dice borrón y cuenta nueva. Muchas familias
han perdido sus seres más queridos, lo único que les queda es lograr saber la
verdad y que se haga justicia, pues al hijo/a, esposa, marido o padres nunca
volverán estar entre ellos.
Monseñor Romero, los mártires de
la UCA, las víctimas del Mozote son la representación de tantos y tantos
mártires que lucharon para lograr una situación más justa y equitativa para los
salvadoreños; víctimas inocentes; personas que nunca volverán estar entre
nosotros pero que siempre quedarán en nuestro recuerdo. Y solo a través de la
memoria histórica podremos lograr LA
PAZ.
Arnau Baulenas i Bardia